martes, 23 de febrero de 2016

Música para mis oídos


Cuando sea grande quiero ser como Nick Hornby, que agarra los temas que más le gustan y hace con eso libros que a mí me gustan y que miles de personas en el mundo compran. Lo hizo con el fútbol acá, lo hizo con muchas novelas (como How to be good y A long way down) y lo hizo en este último libro que leí: "31 songs".
El tipo agarró 31 canciones y 14 discos y escribió sobre la música, sobre el arte, sobre su vida, sobre el mundo. No era elegir canciones asociadas a recuerdos, sino sobre lo que esa música es y evoca: "No quería escribir sobre recuerdos. (...) Quería escribir principalmente sobre lo que había en esas canciones que me hacía amarlas, no lo que yo llevaba a esas canciones". (p. 5-6)
A la manera de Hornby, es decir, con humor y con inteligencia, el libro va reflexionando sobre las canciones y sobre la música, sobre el arte y sobre el artista. Cuestiona, por ejemplo, que el arte tenga que ser "filoso", o "escalofriante" o "peligroso" para ser considerado "digno de atención" (p. 72): "Es importante que ocasionalmente, o incluso frecuentemente, haya libros que nos depriman, películas que nos desafíen, cuadros que nos sacudan, y hasta quizás música que nos perturbe. Pero ¿hace falta que hagan todas esas cosas todo el tiempo? ¿No podemos dejar que nos consuelen, nos eleven, nos inspiren, nos emocionen, nos alienten?" (p. 75-76) Estoy 100% con Hornby cuando dice que "fundamentalmente y profundamente estoy en desacuerdo con cualquiera que equipare complicación musical e inteligencia con superioridad". (p. 114) Además, a veces nos puede gustar porque sí o porque queremos bailar; a veces está bien que nos guste una canción pop livianita, y si algo no te gusta "¡ESTÁ PERMITIDO QUE TE LEVANTES Y TE VAYAS!" (p. 64)
Hace unos años, cuando retomé clases de bajo (instrumento que siempre toqué muy mal), lo hice en gran medida para hacer algo que no involucrara palabras. La magia de la música es todo lo que nos puede emocionar sin palabras, que constituyen tantas veces la forma que adquieren nuestros sentimientos. Hornby hace esa misma reflexión; la música es inexplicable ("No creo que haya palabras que puedan describir lo que sucede cuando dos voces se funden" - p. 33). Lo que lo hace amar "la relación que cualquiera tiene con la música es que hay algo dentro nuestro que va más allá del alcance de las palabras". (p. 127)
Es ahí, cuando entra el lenguaje, que se cruzan (al menos para este lector) música y ficción. Las 31 canciones terminan con "Pissing in a River" de Patti Smith, quien "parece dichosamente despreocupada sobre su estatus como una artista: simplemente es artista, y eso no requiere ningún tipo de contemplación de su parte." (p. 178) Ese tipo de personas son las que pueden generar momentos que "te hacen agradecer por la música que conocés, la música que todavía vas a escuchar, los libros que leíste y vas a leer, hasta la vida que llevás." (p. 178) Una canción, dice Hornby en la última oración, "es capaz de casi cualquier cosa" (p. 180) y yo anoté al lado, en lápiz, que la ficción también. Por eso todo el libro fue música para mis oídos y por eso amo a Hornby y quiero ser como él. (Ah, y la playlist de Spotify que estoy haciendo con el libro es genial.)


Originales de las citas utilizadas
"I didn't want to write about memories. (...) I wanted to write mostly about what it was in these songs that made me love them, not what I brought to the songs." (p. 5-6)
"It's a strange critical phenomenon that only works of art that are 'edgy', or 'scary', or 'dangerous', are regarded as in any way noteworthy." (p. 72)
"It is important that we are occasionally, perhaps even frequently, depressed by books, challenged by films, shocked by paintings, maybe even disturbed by music. But do they have to do all these things all the time? Can't we let them console, uplift, inspire, move, cheer?" (p. 75-76)
"I fundamentally, profoundly disagree with anyone who equates musical complication and intelligence with superiority." (p. 114)
"YOU'RE ALLOWED TO WALK OUT!" (p. 64)
"I'm not sure there are words to describe what happens when two voices mesh". (p. 33)
"it's why I love the relationshipo that anywone has with music: because there's something in us that is beyond the reach of words". (p. 127)
Patti Smith "seems blissfuly untroubled about her status as an artist: she just is one, and it requires no further contemplation on her part." (p. 178)
"make you grateful for the music you know, the music you have yet to hear, the books you have read and are going to read, maybe even the life you lead." (p. 178)

"It's a pop song, in other words, and like a lot of other pop songs, it's capable of just about anything." (p. 180)

lunes, 15 de febrero de 2016

Furia apagada


La lenta furia, de Fabio Morábito (Eterna Cadencia, 2009), es una colección de cuentos digna de un poeta y traductor: la prosa va de la corrección a la meticulosidad de la palabra, la lectura se hace fluida y amena. Pero los cuentos no me agarraron desde donde me tienen que agarrar, zamarreándome con acciones o personajes únicos.
En los cuentos hay una ciudad en la que mujeres en celo salen desesperadas a cazar hombres para procrear; el hijo del verdulero a quien le roban la novia; una fantasiosa familia de traductores que traduce colectivamente, encerrada en una casa; la pareja que alimenta sus fantasías sexuales pensando que el personal doméstico le roba; el pueblo que quiere mostrarle hasta el último detalle de supuesto interés a un turista involuntario; el chico que va a jugar con otro a quien no soporta; un hombre cuyo pasatiempo es huir por la ciudad; un padre que sale de paseo con el hijo para mostrarle todo lo innecesario ("las piezas secundarias, de refuerzo, cuya utilidad nunca está del todo comprobada", p. 100); una descripción sobre "el oficio del temblor", del terremoto. Los cuentos son, así, un poco como lo que muestra el personaje del cuento "Mi padre": "al lado de un mundo esbelto y victorioso que le habla de usted a la materia, hay un enorme fondo impenetrable, una masa sin trabajar y sin redimir que todos cubren para no ver." (p. 99)
Para los Vetriccioli, la familia traductora, "Lo que era común a todos era el fervor, la entrega a la casa y la conciencia de que no se inventaba nada, de que se trabajaba sobre lo trabajado por otros y se corregía para ser corregidos, de que la originalidad no existía y ningún trazo personal era digno". (p. 45) En esa línea, hay algo en esta colección que me hace pensar en alguien que se entrega a la tradición literaria, sin busca de estilo ni originalidad. Al mismo tiempo, está todo cuidado en esa prosa, lo que me despierta cierta ambivalencia: está todo bien, pero me resulta un poco antigua, como en un muy buen museo de la literatura, como una mujer hermosa que despierta al mismo tiempo frialdad y distancia. En definitiva, a pesar del título, faltó un poco de furia.


miércoles, 10 de febrero de 2016

En franco declive


En Let Me Be Frank With You (cuarta entrega de la tetralogía de Bascombe de Richard Ford) nos encontramos con Frank Bascombe probablemente por última vez. Acaba de pasar el huracán Sandy por la costa de Nueva Jersey llevándose, entre otras cosas, su antigua casa. Frank, quien aspiró a ser escritor - "escribir una novela (la última avanzada de una cierta especie de optimista condenado)" (p. 185) -, quien se dedicó luego a escribir sobre deportes pero terminó, finalmente, como agente inmobiliario, ve la costa destruida, su antigua casa irreconocible y se da cuenta de algo: "una vez que se fue, qué poco cambia una casa. Con qué facilidad, casi con dulzura, reafirma el mundo sus derechos y vuelve a ser él mismo. (...) Nada perdura." (p. 34) ¿Qué mejor metáfora para un inmobiliario zen?
Frank tiene 68 y está retirado, disfruta "el Próximo Nivel de la vida - probablemente el último: miembro del grupo demográfico de los escritorios limpios, libre para hacer el bien más puro en el mundo, si eligiera hacerlo". (p. 7) Un poco trata de hacer eso en un libro estructurado por cuatro visitas que ocurren en cuatro capítulos en pocos días de distancia: Frank visita a la costa para asesorar a un amigo sobre qué hacer con su casa destruida por el huracán; después recibe una visita inesperada en su casa, una persona que había vivido allí y necesitaba cerrar heridas; en el tercer capítulo visita a su ex-esposa para hacerle un favor; y finalmente visita a un amigo que está al borde de la muerte.
Frank no hace demasiado bien ni, por otra parte, parece demasiado compenetrado en hacerlo; intenta, a medias, a veces a pesar suyo. Después de todo, no es que haya una esencia bondadosa de Frank, ni existe para él tal cosa como el carácter: "es otra mentira más de la historia y de las artes dramáticas. Para mí, sólo tenemos lo que hicimos ayer, lo que hagamos hoy, y lo que todavía podamos llegar a hacer. Más lo que sea que pensemos sobre todo eso. Pero nada más" (p. 145). "El amor no es una cosa, después de todo, sino una serie sin fin de acciones individuales." (p. 174)
Como en las tres novelas anteriores, Frank reflexiona sobre la vida. Pero ahora desde este lugar, más cerca del fin, del propio y de los demás. Su mujer, "Sally ve a la vida como una cosa que lleva naturalmente, con intriga, a otra; mientras que yo veo a la vida en términos de fracasos sobrevividos, dejando el horizonte gratificantemente - pero brevemente - libre de obstáculos." (p. 187) La novela se cierra mientras se acerca Navidad y una tormenta. Una novela puede ser así parecida a la visión de la vida de Frank: "la vida es una cuestión de substracción gradual que apunta a una esencia más sólida, más casi perfecta." (p. 5)

Originales de las citas usadas
"writing a novel (the last outpost for a certain species of doomed optimist)." (p. 185) 
"what little difference a house makes once it's gone. How effortlessly, almost sweetly, the world re-asserts its claim and becomes itself again. (..) nothing’s here to stay." (p. 34)
"I am content here in Haddam, aged sixty-eight, enjoying the Next Level of life—conceivably the last: a member of the clean-desk demographic, freed to do unalloyed good in the world, should I choose to." (p. 7)
"Character, to me, is one more lie of history and the dramatic arts. In my view, we have only what we did yesterday, what we do today, and what we might still do. Plus, whatever we think about all of that. But nothing else—nothing hard or kernel-like." (p. 145)
"Love isn’t a thing, after all, but an endless series of single acts." (p. 174)
"Sally views life as one thing leading naturally, intriguingly on to another; whereas I look at life in terms of failures survived, leaving the horizon gratifyingly—but briefly—clear of obstructions." (p. 187)

"life’s a matter of gradual subtraction, aimed at a solider, more-nearly-perfect essence" (p. 5)

lunes, 1 de febrero de 2016

Frontera


Estoy hace como una semana pensando en cómo hacer este apunte de lectura. Algo debe tener OPENDOOR, de Iosi Havilio.
Durante más o menos un año seguimos a la narradora, una mujer de la que desconocemos el nombre y la edad (¿20, 25, 30?) yendo de la ciudad al campo y viceversa. Ella no se pregunta mucho. Así como tardó menos de una semana en mudarse con Aída, el primer objeto de deseo que le conocemos a la narradora (le conoceremos después a otra mujer y a dos varones), tarda poco en instalarse en Open Door con Jaime: "¿A qué vine? No me lo pregunto, Jaime menos." (p. 62)
La narradora parece por momentos mera reacción a lo que pasa a su alrededor; sin proyectos, responde en cada encrucijada con lo que tiene a mano, a la merced de los vientos o las mareas, condición que se refuerza por cierta confusión en la temporalidad. Efectivamente, el tiempo avanza de manera poco clara en la novela, y eso se ve magnificado por el uso cambiante de los tiempos verbales. Así, a veces la narradora parece un animalito, esclava de sus instintos y de sus circunstancias, cuyo único interés más o menos fuerte aparte del sexo parece ser una investigación sobre Open Door, el pueblo y la colonia neuropsiquiátrica. Los locos están ahí cerca, y ella parece estar a veces ahí cerca de la locura. Un animal loco; “una gata en celo, una gata loca, desquiciada, que no puede más, que se arrastra, que acaba por enésima vez, a lo bestia, con los ojos turbios, deshecha de tanta paja”. (p. 175)
La novela está en la frontera entre ciudad y campo, entre salud y locura, basculando de un lado a otro, mostrando lo cerca que están una de la otra. En el medio quedan un montón de misterios sin resolver, de cabos sueltos: qué pasó con Aída, qué pasó con la narradora en dos o tres oportunidades en que parece perder el conocimiento y otros episodios que no se aclaran. Y está bien, está bien que no se resuelva eso, como no se resuelve la vida de la narradora porque toda solución es temporaria, provisoria, está en una frontera. Mientras tanto, la prosa viene como una siesta de campo, en oleadas como una cortina que flamea con el viento que viene de un monte lejano.