lunes, 26 de marzo de 2018

Fuego frente al frío



La genia de @violetaviolento un día vino y me dijo tomá, esto es para vos. Esto era “A Poetry Handbook”, de Mary Oliver. Un manual de poesía. Y yo no estoy muy seguro de que me guste la poesía.
No importa que te guste, me dijo @violetaviolento, eso es irrelevante. El manual de poesía es imprescindible más allá de que te guste o no o de que quieras o no escribir o leer poesía.
Prácticamente todo lo importante que dice es general a la literatura: “Escribir un poema (...) es un especie de affaire entre algo así como el corazón (esa fábrica de emoción valiente pero también tímida) y las habilidades aprendidas de la mente consciente.” (p. 7)
El manual es un manual. Cuenta esas cosas importantes que hacen a leer o escribir un poema: el sonido, cómo suenan las palabras, y las maneras de referirse a eso (aliteración, asonancia, onomatopeyas, etc.) La línea y la métrica: dónde cortamos una línea y por qué; la acentuación y las estructuras fijas y no tanto, etc. La dicción: la elección de las palabras, el tono y la voz, las imágenes.
Oliver nos da algunos consejos. Por ejemplo, una idea de cómo estar atentos al lenguaje: “el espacio entre el lenguaje cotidiano y la literatura no es ni tremendamente amplio ni profundo, pero sí contiene una diferencia vital - de intención e intensidad.” (p. 16) O una fórmula mágica: “Cada adjetivo y cada adverbio valen cinco centavos. Cada verbo vale cincuenta centavos.” (p. 90)
También explica qué significa y cómo se produjo el pasaje hacia el verso libre (y hacia la novela del yo contemporánea, creo yo). Con la democratización del libro y de la literatura, “El discurso ingresó al poema. El poema dejó de ser una clase magistral, pasó a ser tiempo compartido con un amigo. Su música se convirtió en la música de la conversación.” (p. 70) “Gran parte de la poesía contemporánea (...) está escrita en una dicción que casi contradice que haya sido compuesta formalmente: su tono general es de una intimidad natural y amigable; el lenguaje no es claramente diferente del lenguaje cotidiano.” (p. 77)
El manual es mucho más que un manual; no es un conjunto de instrucciones para leer o escribir. Es un alegato a favor de la poesía y de la literatura como una forma de vida. Y es ahí donde ocurre la magia: es un manual que emociona. La poesía es fruto de la vida es una forma de
vivir
Y es ahí donde emociona e ilusiona.
“Una mente que es vivaz e inquisitiva, compasiva, curiosa, enojada, llena de música, llena de sentimiento, es una mente llena de poesía posible. La poesía es una fuerza que ama la vida. Y requiere una visión - una fe, para usar una palabra anticuada. Sí, por cierto. Porque los poemas no son palabras, después de todo, sino fuegos para el frío, cuerdas para tirarle a quienes están perdidos, algo tan necesario como pan en los bolsillos de los hambrientos.” (p. 122)
Qué ganas de tener esa visión,
esa fe.

Originales de las citas usadas
“Writing a poem (...) is a kind of possible love affair between something like the heart (that courageous but also shy factory of emotion) and the learned skills of the conscious mind.” (p. 7)
“the space between daily language and literature is neither terribly deep bor wide, but it does contain a vital difference - of intent and intensity.” (p. 16)
“Every adjective and adverb is worth five cents. Every verb is worth fifty cents.” (p. 90)
“Speech entered the poem. The poem was no longer a lecture, it was time spent with a friend. Its music was the music of conversation.” (p. 70)
“Much of contemporary poetry (...) is written in a diction that almost belies that it was formally composed: its general tone is one of natural and friendly intimacy; the language is not noticeably different from ordinary language.” (p. 77)
“A mind that is lively and inquiring, compassionate, curious, angry, full of music, full of feeling, is a mind full of possible poetry. Poetry is a life-cherishing force. And it requires a vision - a faith, to use an old-fashioned term. Yes, indeed. For poems are not words, after all, but fires for the cold, ropes let down to the lost, something as necessary as bread in the pockets of the hungry.” (p. 122)

martes, 20 de marzo de 2018

Perspectiva



Leí “Talking it Over”, novela de Julian Barnes que había leído hacía tiempo y que creo que disfruté ahora más todavía. Supongo que maduré. Es un triángulo amoroso compuesto por dos amigos (Stuart y Oliver) y una mujer (Gillian) de treinta y pico; la curiosidad es que está contado de una manera muy especial: cada uno de estos tres personajes principales, más algunos personajes secundarios, cuentan a cámara lo que va ocurriendo.

En el libro pasa lo que uno imagina. Se enamoran dos, después otros dos, hay crisis, y van hablando de todo esto. Pero el libro no es tanto sobre el amor de pareja - aunque lo es en parte -; ni sobre la importancia de hablar del asunto, de los asuntos - aunque algo de esto hay en lo tercero -; sino, principalmente, sobre la perspectiva. Cada uno de los tres (y de los otros) personajes nos van contando las mismas escenas desde distintos lugares: lo que parece menor según uno es vital para otro, lo que parece accidental para Oliver es intencional para Stuart y así sucesivamente. Nosotros, con cada versión, creemos tener la película entera, pero si aprendimos algo es que no es así: nos armamos nuestra propia película a partir de lo que vemos, de lo que nuestra vida nos hace sentir a partir de lo que vemos, y así sucesivamente.

Hace unos años a esto Twitter Argentina lo hubiera resumido con un “¿pero vos desde dónde estás hablando?” Esa es una mirada algo cínica del concepto de perspectiva; la perspectiva vista como el lugar (organizacional, político) desde el que se habla, de donde se deriva un interés y por tanto una postura pública. En este caso, las miradas de los personajes no muestran tanto una pertenencia o un interés sino una posición frente al mundo y frente al otro. Hablar del asunto no resuelve el tema (“¿Por qué tienen que hablar de esto?”, se pregunta Gillian - p. 7-, y tiene razón si sugiere que no se resuelve nada hablándolo.) Pero el punto no es ese; no es que hablamos para resolverlo, sino que hablamos para saber quiénes somos; nuestra voz es lo que somos, esa manera de relatar, de contar lo que nos pasa es lo que somos. En la perspectiva está la subjetividad. Y es así que el crecimiento de quien es para mí el héroe de la historia es, sobre todo, un cambio de perspectiva. No es que ahora sea cínico, dice, “Simplemente pienso que ahora veo las cosas más claras que antes.” (p. 223) Al menos eso me parece a mí; otros pueden pensar que Gillian es la heroína, la que desordena y vuelve a generar un orden, y es una perspectiva más que posible. Habrá otras más.


Originales de las citas

“Why do they have to talk about it all?” (p. 7 Gillian)

“I don’t think of myself as jaundiced or cynical or disillusioned or whatever. I just think of myself as seeing things more clearly now than I did before.” (p. 223)

Otras citas

“OK, you’ve got a best friend, he gets married, and the day he gets married you fall in love with his wife. How will your best friend react? (...) ‘Oh I can quite see your point of view’ is not a reaction that is on the agenda, quite frankly.” / “OK, está tu mejor amigo, se casa, y el día que se casa te enamorás de su mujer. ¿Cómo va a reaccionar tu amigo? (…) ‘Ah, mirá, la verdad es que entiendo tu punto de vista’ no es una reacción que esté en agenda, para ser franco.” (p. 75)

“as you go on living with someone, you slowly lose the power to make them happy, while your capacity to hurt them remains undiminished. And vice versa, of course.” / “en la medida en que seguís viviendo con alguien, de a poco vas perdiendo el poder de hacerlo feliz, mientras que tu capacidad para herirlo no se reduce en nada. Y viceversa, por supuesto.” (p. 214)

“what I wanted was someone I could love, respect and fancy. I thought that was what one should be aiming for, if the thing were to last. And when I started with men it always seemed as difficult as getting three strawberries in a row on a fruit machine.” / “lo que quería era alguien a quien amara, respetara y me gustara. Me parecía que a eso tenía que apuntar para que la cosa durara. Y cuando empecé a salir con hombres siempre me pareció tan difícil como sacar tres frutillas en una tragamonedas.” (p. 243) 

domingo, 11 de marzo de 2018

Escribir sobre escribir



Alguien le regaló a #esposa para su cumpleaños El amor, el amor, el amor, un libro que reúne columnas que Carolina Aguirre escribió para La Nación. Después de leerlo, #esposa lo dejó en mi mesa de luz y lo leí. No es un libro que hubiera leído y no me gustó demasiado, pero igual me resultó interesante y, por momentos, emocionante.
Lo que me emocionó fue lo único que había leído previamente de Aguirre, la columna “Colombia”. Tampoco, creo, había visto sus productos televisivos porque prácticamente no consumo televisión (cosa que digo como dato y sin juicio de valor; no creo que me haga mejor o peor persona). “Colombia” es un relato conmovedor de una mujer que sufre en primera mano violencia a manos de su pareja. Recuerdo haberla leído el día que salió, desde el celular en un colectivo, y haber llorado. Al verla ahí sola, impotente frente a un violento; al verla rescatada por su padre y cobijada por amigas. Y volví a llorar ahora.
Esa columna explica, me parece, por qué me gustaron poco las demás, o el promedio de las demás: porque casi todo es escritura que gira sobre la escritura y muy pocos textos logran emocionarme con eso. (Sólo se me ocurre algunas cosas de Philio Roth.) Además, el libro gira mucho sobre la escritura de televisión, un mundo que no es el mío. (Igualmente, banco a muerte su defensa de Gilmore Girls, serie que, coincidimos con la autora, da a varones y mujeres una mirada mucho más interesante de la femineidad que tantas otras). “Colombia”, en cambio, no es sobre la escritura, aunque contiene alguna reflexión sobre la escritura; es sobre algo mucho más vital y real.
Así y todo, leí todo el libro y rescaté cosas muy interesantes sobre la escritura pero que van más allá, que son ideas válidas para muchos otros campos. Por ejemplo:
“Los fuertes reescriben en silencio.” (p.74) Me parece genial y válido más allá de la escritura. Hay que practicar, esforzarse, seguir adelante y quejarse menos.
“escribir no tiene nada que ver con empezar sino con seguir. Sólo el que aguanta el umbral de angustia y de cansancio es el que se vuelve escritor de verdad.” (p. 104) Creo que estoy de acuerdo en que ese es el camino y creo que justamente por eso no soy escritor: porque prefiero vivir sin angustia. Pero al mismo tiempo, toda actividad requiere templanza.
“R. y yo sólo conocemos una pequeña ventana del otro.” (p. 106) Esto, que la autora dice sobre una relación en particular entre dos amantes, me parece que es válido para toda escritura pero sobre todo para todo vínculo. La ventana puede ser un poco más grande o más chica, el vidrio más transparente o más opaco, pero lo que vemos es siempre parcial. Y aunque parezca injusto (y a su vez genere injusticias), es sobre esa información limitada que debemos actuar. 
“Lo importante para sentarse a trabajar no es crear el compromiso sino el deseo.” (p. 144) De nuevo, válido para todo trabajo y toda actividad: lo que hacés en el trabajo, el deporte que practiques, la persona con la que estés, te tiene que gustar, tenés que buscarle el gusto.

lunes, 5 de marzo de 2018

Época de grandes cambios



Dentro de mi proyecto de lectura de historia de EE.UU., leí The Republic for Which it Stands. The United States during Reconstruction and the Gilded Age, 1865-1896, de Richard White. Para simplificarme la vida, seguí (y creo que seguiré) con la Oxford History of the United States, a la cual ingresé con The Battle Cry of Freedom.
Después de la Guerra Civil, en la que EE.UU. terminó con ese “pecado original” que era la esclavitud, se pensaba que se venía una república más auténtica, basada en la santidad del hogar y la libertad de trabajo, donde cada hombre tendría abierto el camino al crecimiento personal (y cada mujer debía acompañar a un hombre en ese camino). En cambio, lo que ocurrió fue la consolidación territorial, la creación de un mercado nacional de bienes y de trabajo, y la consolidación, en el marco de una primera globalización, de un capitalismo industrial que creó, contra lo deseado, las clases peligrosas: los muy ricos y los muy pobres. Es el Estados Unidos de los grandes monopolios y de los robber barons, de los ferrocarriles y el acero, de los Carnegie, Rockefeller y demás; también es el momento del nacimiento de las grandes marcas (como en Argentina), desde Coca Cola y General Electric hasta John Deere; y un tiempo de invención e innovación, personificado en Thomas Edison o Alexander Graham Bell, aunque White sostiene que la innovación en esta época era más cooperativa y cumulativa que individual.
En el camino, el fin de la esclavitud no derivó en la igualdad sino en una nueva forma de exclusión de los negros (violencia para privarlos del voto y de la igualdad social, el sistema Jim Crow para excluirlos legalmente). Y la conquista del Oeste, que terminó quitándole el protagonismo en el relato nacional a la Guerra Civil, derivó en el genocidio de los indios y en un desastre ambiental (la extinción de los búfalos, la desaparición de grandes extensiones de bosques nativos y mucho más). A ese desastre ambiental natural le correspondió un desastre ambiental urbano: como el conventillo porteño, el tenement neoyorquino era hogar de la pobreza y fuente de enfermedades de todo tipo; la falta de obras sanitarias, la pobreza del nuevo proletariado.
Fue una época de grandes transiciones y de luchas violentas. Violencia en el Sur contra los negros, en el Oeste contra los chinos y en todo el país contra los trabajadores que comenzaban a organizarse, como sucedía también en Argentina. Fue la época de la gran inmigración y de grandes esfuerzos de reformas sociales: por los derechos de la mujer, por los derechos laborales, contra el alcohol y otras “malas costumbres”. Pero también una era de gran resistencia a estos nuevos tiempos y del nacimiento de una idea de un Estados Unidos blanco y protestante: a los chinos y los negros se agregó como blanco a los trabajadores pobres, los católicos y los judíos.
Políticamente, fue un tiempo de presidentes poco notables; entre Andrew Johnson, Ulysses Grant, Rutherford Hayes, James Garfield, Chester Arthur, Grover Cleveland y Benjamin Harrison, quizás el único memorable sea Grant, pero más por su papel como militar que como presidente. El partido Republicano entró como el partido de la intervención estatal, pasó a ser dominado por liberales laissez-faire y volvió a propiciar mayor intervención. Los demócratas fueron el partido de la exclusión de los negros en el sur, comenzaron siendo defensores de los derechos de los estados y de un gobierno limitado y terminaron favoreciendo mayor intervención (pero tan limitados al Sur como al comienzo). Fue la época del nacimiento y muerte del partido Populista.
Aunque de manera menos espectacular que durante la Guerra Civil, fue una época de creación estatal, con una gradual construcción de capacidades del estado federal y una lucha entre éste y los estados que se manifestaba como una lucha entre el Congreso y el poder judicial. Una época donde las grandes discusiones pasaban por la protección aduanera, la limitación de los grandes monopolios y el mantenimiento o eliminación del patrón oro, todos temas que también estaban vigentes en la Argentina de la época.
Se trata, en definitiva, de uno de los períodos de mayores cambios (territoriales, políticos, económicos, sociales) de la historia americana. Como lector amateur, quizás hubiera preferido algo un poco más esquemático, pero claramente es dificilísimo hacer una historia ordenada y coherente de todos estos cambios complejos y que involucran en todo momento alternativas, discusiones y luchas desordenadas y cambiantes. Como comentario final, es muy interesante leer todo eso desde la historia argentina: consolidación del estado nacional, creación de un mercado nacional, inmigración, primera industrialización, expansión territorial, discusiones en torno al proteccionismo y el patrón oro, nacimiento de algunas de las grandes fortunas. La Argentina de la época no era muy diferente, salvo en la escala y en la cuestión racial, para bien o para mal, a los EE.UU. de la época.