lunes, 3 de julio de 2017

El crimen (no) paga


Hace un tiempo se puso de moda en ese grupo hermoso y amorfo que es la comunidad de los talleres literarios de Santiago Llach Black Wings Has My Angel, una novela de crimen publicada por primera vez en 1953 y prácticamente olvidada hasta que se republicara en 2016 por The New York Review of Books (y fuera más o menos olvidada de nuevo, creo yo).
La novela me gustó porque me gusta el género, la novela negra americana, y porque a Chaze le sale bien el ritmo y el tono de humor cínico propios del género. Me recuerda, claro, al gran maestro de este mundo que es Raymond Chandler, pero también al Cormac McCarthy de Suttree, ambos con línea directa a Hemingway. Como Chandler, el héroe tiene una mirada sobre las mujeres (“Escuchás hablar y leés sobre gambas. Pero cuando ves gambas realmente buenas te das cuenta de que todo lo que leíste y escuchaste era fruta.” - p. 15); sobre el alcohol (“Creo que estamos chupando demasiado. Para disfrutar el chupi, tenés que no chupar por un rato. Contraste.” - p. 23); sobre la vida: “no importa cuánto vivas, no hay tantos momentos realmente deliciosos en el camino, porque la mayor parte de la vida se te va comiendo y durmiendo y esperando que pase algo que nunca pasa. (...) Casi toda la vida es esperar a vivir.” (p. 35)
La historia no es muy distinta a las que pudimos haber leído: un joven salido de la cárcel tiene un plan para un gran robo, enlista a una mujer hermosa para llevarlo a cabo y al final todo resulta mal. Tampoco sorprende la moralidad: en la novela negra el mal no triunfa; en la clásica novela de detectives, el héroe es el encargado a volver a poner orden en un mundo dado vuelta. Y como en tanta novela negra, lo que lleva al villano a la perdición es una ambición desmedida por el dinero y una mujer fatal.
Lo novedoso en esta novela es que el héroe es un anti-héroe, y que en la escritura busca, si no una expiación, cierta dilución del pecado: “Admití que lo hice. Lo confesé en un pedazo de papel. No conté nada de todo eso en el juicio. (...) Pero lo puse todo en papel y puse el papel debajo de mi colchón y aunque no lo saca de adentro mío, lo diluye.” (p. 129) La segunda novedad es cierta exploración psicológica de las razones del héroe para convertirse en villano: el desprecio por los ciudadanos de bien que son vapuleados (como su padre, un dentista borracho a quien no le pagaban las consultas) y una madre que no supo o no pudo poner límites: “Nunca me sentó y me dijo que gil que era con mi hambre de guita y mi nueva dureza al rojo vivo de héroe de guerra y mis planes para hacerme rico rápido.” (p. 140) La vida del héroe-villano, Tim Sunblade, nacido Kenneth McLure, queda bastante bien retratada.
Al final del día me parece que es una novela que falla en dos momentos cruciales (en Masonville y en Cripple Creek, digamos así, para no spoilear) pero que no por ello deja de ser una novela super legible y disfrutable. El crimen no pagó para McLure/Sunblade pero sí para este lector.

Originales de las citas usadas
“You hear and read about legs. But when you see the really good ones, you know the things you read and heard were a lot of trash.” (p. 15) 
“I think we’ve been drinking too much. To enjoy drinking, you’ve got not to drink for a while. Contrast.” (p. 23)
“no matter how long you live, there aren’t too many really delicious moments along the way, since most of life is spent eating and sleeping and waiting for something to happen that never does. (...) Most of life is waiting to live.” (p. 35)
“I admitted I did it. I confessed it on a piece of paper. I never told any of it in the courtroom. I didn’t tell it before that when they strapped me over the car and used the burning cigars on me. I didn’t say anything. But I’ve put it all on the paper and the paper under my mattress and while it doesn’t get it out of me, it dilutes it.” (p. 129)
“She never sat down and told me what an ass I was with my money-hunger and my new redhot war-hero toughness and get-rich-quick plans.” (p. 140)

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