miércoles, 18 de enero de 2017

Violencia y poesía


Leí Blood Meridian, un clásico de 1985 de Cormac McCarthy basado en eventos reales ocurridos en la frontera entre EE.UU. y México alrededor de 1850. Una banda de mercenarios liderada por John Joel Glanton fue contratada por un gobernador del norte de México para combatir a los Apaches, y cuando digo combatir es matar, dado que el pago se hacía por cabelleras entregadas. La banda empieza a matar por negocio y termina matando por gusto, con cada vez más violencia y falta de consideración por cualquier valor humano, tanto que, cuando van a la ciudad a cobrar se la pasan de juerga por días y “Aparecieron garabatos pintados en carbón sobre paredes pintadas a la cal. Mejor los indios.” (p. 178-179)
Alrededor de esta historia y de este relato, McCarthy habla de la muerte, del destino y del mal. El menos malo de los personajes es el protagonista, cuyo nombre no conocemos; es el pibe (the kid) y, hacia el final de la novela, el hombre (the man). Aunque en la primera página McCarthy nos dice que “en él se incuba ya el gusto por la violencia sin sentido” (p. 3), es el único que muestra alguna reticencia moral. El antagonista, el exuberante “juez” Holden, algo así como un filósofo de la guerra y del mal, se lo dice así: “No sos asesino, dijo el juez. Ni un partisano. Hay un lugar fallado en el tejido de tu corazón. ¿Te pensás que podía no saberlo? Sólo vos te amotinabas. Sólo vos reservabas en tu alma algún rincón de clemencia por los infieles.” (p. 312)
Por momentos el juez parece más que un hombre. Como dice un viejo en un bar a parte de la banda: “Ustedes están bien caballeros. (...) Pero hay otro caballero y creo que ningún hombre se esconde de él. Yo fui soldado. Es como un sueño. Cuando hasta los huesos se va del desierto los sueños es te hablan, no te despertás por siempre.” (p. 108 - sic) Ese se suma a otros indicios de que el juez, más que un hombre, es la muerte. En la secuencia final, el juez le pregunta al pibe (ahora el hombre): “¿Qué es la muerte sino una agencia?” (p. 343) “Solo aquel hombre que se ha ofrecido a sí mismo enteramente a la sangre de la guerra, el que ha ido al fondo del pozo y ha visto el horror en la ronda y aprendido finalmente que le habla al centro de su corazón, sólo ese hombre puede bailar” (p.345), dice el juez, y la última imagen que tenemos es la del juez bailando. “Nunca duerme. Dice que nunca va a morir. Baila en la luz y en la sombra y es un gran favorito. Nunca duerme, el juez. Está bailando, bailando. Dice que nunca va a morir.” (p. 349)
La guerra y el mal siempre existieron, esperando al hombre. El juez dice: “La guerra siempre estuvo acá. Antes de que hubiera hombre, la guerra lo esperaba.” (p. 259) Y un menonita advierte al comienzo: “La ira de Dios yace dormida. Fue escondida un millón de años antes de que hubiera hombres y sólo los hombres tienen el poder de despertarla. El infierno no está ni mitad lleno.” (p. 43) Pero más allá de las advertencias, la banda sigue cruzando el desierto a caballo porque son parte de algo más grande que ellos. Como de costumbre en McCarthy, el destino de los hombres parece sellado de antemano. “Cualquier hombre que descubra su propio destino y elija por lo tanto algún curso opuesto no puede llegar más que al mismo ajuste de cuentas en el mismo punto previsto, porque el destino de cada hombre es tan grande como el mundo que habita y contiene dentro suyo todos sus opuestos también.” (p. 344)
McCarthy cuenta todo esto con un lenguaje generalmente muy concreto y económico, pero con uso de palabras antiguas e incluso bíblicas; y con ocasionales raptos poéticos: en el desierto, de noche, los miembros de la banda “miraban el fuego que sí contiene en él algo de los hombres mismos en tanto que ellos son menos sin él y separados de sus orígenes y exilados. Porque todo fuego es todos los fuegos, el primer fuego y el último jamás en ser.” (p. 255) Un McCarthy clásico, tan logrado como The Road o No Country for Old Men: masculino, violento, místico, concreto, que está en los detalles y en lo universal, en la violencia y en la poesía.


Originales de las citas utilizadas
“Charcoal scrawls appeared on the limewashed walls. Mejor los indios.” (p. 178-9)
“He can neither read nor write and in him broods already a taste for mindless violence.” (p. 3)
“No assassin, called the judge. And no partisan either. There’s a flawed place in the fabric of your heart. Do you think I could not know? You alone were mutinous. You alone reserved in your soul some corner of clemency for the heathen.” (p. 312)
“You are fine caballeros. (…) But there is another caballero and I think that no man hides from him. I was a soldier. It is like a dream. When even the bones is gone in the desert the dreams is talk to you, you dont wake up forever.” (p. 108)
“What is death if not an agency?” (p. 343)
“Only that man who has offered himself entire to the blood of war, who has been to the floor of the pit and seen horror in the round and learned at last that it speaks to his inmost heart, only that man can dance.” (p. 345)
“He never sleeps. He says that he will never die. He dances in light and in shadow and he is a great favorite. He never sleeps, the judge. He is dancing, dancing. He says that he will never die.” (p. 349)
“War was always here. Before man was, war waited for him.” (p. 259)
“The wrath of God lies sleeping. It was hid a million years before men were and only men have power to wake it. Hell aint half full.” (p. 43)
“Any man who could discover his own fate and elect therefore some opposite course could only come at last to that selfsame reckoning at the same appointed time, for each man’s destiny is as large as the world he inhabits and contains within it all opposites as well.” (p. 344)
“they watched the fire which does contain within it something of men themselves inasmuch as they are less without it and divided from their origins and are exiles. For each fire is all fires, the first fire and the last ever to be.” (p. 255)

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